Todos: Señor mío Jesucristo que nos invitas a tomar la cruz y seguirte, caminando tú delante para darnos ejemplo: Danos tu luz y tu gracia al meditar en este Vía Crucis tus pasos para saber y querer seguirte. Madre Dolorosa: inspíranos los sentimientos de amor con que acompañaste en este camino de amargura a tu Divino Hijo. Amen.

PRIMERA ESTACIÓN

JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

 El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Del evangelio según san Lucas (23, 1-3.5-6)

Se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilatos. Ahí empezaron a acusarlo diciendo: “Hemos comprobado que este hombre es un agitador; no quiere que se paguen impuestos al César y se hace pasar por el rey enviado por Dios”. Pilatos lo interrogó. Ellos insistieron: “Está alborotando al pueblo y difunde su doctrina por todo el país”.

 

COMENTARIO:

Atado es conducido a casa de Anás, Caifás, Pilatos y Herodes. Burlado, escupido, abofeteado, negado, comparado y pospuesto a Barrabás, que era un asesino. El aviso de Procla, mujer del juez, resultó inútil. Pilatos, hombre sagaz, conoció la inocencia del acusado. Su diplomacia para soltarlo fracasó ante la amenaza de los judíos que gritaban: “No eres amigo del César si sueltas a ese hombre”. Pilatos dijo: “Considerando que en ese hombre no hay delito alguno, lo castigaré y lo mandaré a azotar”. Y después dio la sentencia injusta: “Irás a la muerte”. Y se lavó las manos diciendo: “Yo soy inocente de la muerte de este justo”. Desde entonces, cuántos ríos de sangre inocente corren sobre la tierra, pues la misma inocencia es condenada y crucificada. Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo, sufrirán persecución.

 

ORACIÓN:

El ministro: Señor Jesús ¡Qué bueno eres! tú aceptaste esta sentencia, la más injusta, paras librarnos de la condenación eterna. Haz que nunca te volvamos a condenar con nuestros pecados, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

– Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Perdóna a tu pueblo, Señor, perdóna a tu pueblo, perdónale Señor.

No estés eternamente enojado, No estés eternamente enojado, Perdónale Señor.

 

                                                          SEGUNDA ESTACIÓN

JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS

El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Del evangelio según san Juan (19,16-17)

Entonces Pilatos entregó a Jesús para que fuera crucificado. Ellos se apoderaron de Jesús. El mismo llevaba la cruz a cuestas y salió a un lugar llamado la Calavera, que en hebreo se dice Gólgota.

 

COMENTARIO:

Tomaron a Jesús, el cual llevando sobre sí la cruz, salió hacia el Calvario. Alocada y precipitada y en medio de una inmensa confusión, se organiza la procesión más triste de la historia. Mientras el criminal sale libre de la cárcel con ojos de asombro, Jesús, toma sobre sus hombros la pesada cruz. Míralo y reconócelo, cristiano. Va atado con una soga que le ahoga. Delante de él camina un hombre llevando en una tablilla el motivo de su condenación, y pregonando: “Abrid paso a Jesús Nazareno, Rey de los judíos”. Todos saben que ese hombre es un ser sin derecho alguno. Todos lo insultan y le escupen la cara. Verdaderamente nuestro sufrimiento él lo tomó sobre sí (Is 53,4). Oh cruz bendita desde ahora y para siempre. Cruz deseada por todos los santos; signo de bendición y de vida; nuestra única esperanza… ¡Ánimo cristianos! Con esta cruz venceremos; porque sin cruz no hay gloria. Sin lucha, no hay triunfo. Sin mérito, no hay recompensa. Sin cruz no hay amor.

 

ORACIÓN:

El ministro: Jesús, Hijo del Padre, que con gran amor recibiste por nuestra salvación el peso de la cruz: ayúdanos, a nosotros, a llevar las cruces del hambre, de la miseria, de las injusticias; tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

-Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Perdóna a tu pueblo, Señor, perdóna a tu pueblo, perdónale Señor.

Por tus profundas llagas crueles, Por tus salivas y por tus hieles, Perdónale Señor

 

TERCERA ESTACIÓN

JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

 

El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Del evangelio según san Marcos (8,34)

Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, Jesús les dijo: “Si alguno quiere seguirme que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”.

 

COMENTARIO:

Cuando Jesucristo fue condenado a morir en la cruz, sabía muy bien lo que le esperaba. La voluntad del Padre celestial fue aceptada libremente. Su amor y el pensamiento de nuestra redención le animaron a sacar fuerzas de la flaqueza. Pero la cruz era pesada en extremo y su debilidad muy grande; la sangre falta en sus venas; ya no puede más; se inclina, nadie lo sostiene, y cae. Pasaron las palmas y los ramos de olivo, los gritos jubilosos de aleluya. Ahora es la cruz, el sonido confuso de trompetas, el griterío del populacho y la fatiga. La prolongada agonía, el inhumano y terrible suplicio de los azotes, el mal camino en pendiente, su pie indeciso le hace caer. La sangre corre por el suelo; sus hombros aparecen en carne viva. “He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo”… Mirando a Jesús en el suelo, comprendemos la gran malicia de nuestros pecados.

 

ORACION:

El ministro: Jesús, siervo sufriente de Dios, con tu ayuda queremos levantarnos de nuestros pecados y permanecer firmes en el cumplimiento de tus mandamientos, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

– Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Perdóna a tu pueblo, Señor, perdóna a tu pueblo, perdónale Señor.

Por tus heridas de pies y manos, Por los azotes tan inhumanos, Perdónale Señor

 

CUARTA ESTACIÓN

JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE

 

El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Del evangelio según san Juan (19,25-27)

Junto a la cruz de Jesús estaba su madre. Jesús, al ver a la madre y junto a ella a su discípulo, al que más quería, dijo a la madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Después dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”.

 

COMENTARIO:

Los dos corazones más amantes y más amados se encuentran en el camino del dolor. ¿Qué dirían sus miradas penetrantes, llenas de dolor y de lágrimas? Hágase en mí según tu palabra. Esta es la voluntad divina: sufrir por el hombre. Hijo y Madre asociados íntimamente en el misterio de nuestra redención, unida al Hijo Redentor. Si en nuestro caminar terrestre buscamos a María y seguimos a su lado, todo dolor encontrará alivio y toda pena consuelo. Muchas veces la vida se hace muy dura, casi imposible. Miremos a Jesús y a María sufriendo juntos. Ellos suavizarán nuestras espinas.

 

ORACIÓN:

El ministro: Jesús, manso y humilde de corazón, nuestras culpas fueron la causa del dolor que traspasó el corazón de tu madre. Haz que las aborrezcamos y caminemos por las sendas del bien, tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo y eres Dios,  por los siglos de los siglo. Amén.

 

– Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Perdóna a tu pueblo, Señor, perdóna a tu pueblo, perdónale Señor.

Por los tres clavos que te clavaron, Por las espinas que te punzaron, Perdónale Señor

 

QUINTA ESTACIÓN

OBLIGAN AL CIRINEO A LLEVAR LA CRUZ

 

El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Del evangelio según san Lucas (23,26)

Cuando lo llevaron, tomaron a un tal Simón de Ciréne que volvía del campo y le cargaron la cruz de Jesús para que la llevara detrás de él.

 

COMENTARIO:

Simón de Ciréne, es obligado a llevar la cruz de Jesús. Los soldados se dieron cuenta de que Jesús estaba demasiado extenuado para llegar al calvario, y usaron su derecho de buscar otras ayudas. “El que quiera venir en pos de mí, que tome su cruz cada día y me siga. El que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Pero mi cruz es suave y mi carga ligera”, dice Jesús. Aprendamos hermanos, a llevar la cruz de Jesús. En ella encontraremos descanso y alivio para nuestras almas. Esta cruz es para los que no creen, una insensatez; pero para los que creemos, es fuerza de Dios. Amemos el sufrir penas y fatigas por amor a nuestro Redentor. Aliviémosle en sus miembros los pobres; Cristo vive en ellos. Lo que a ellos hacemos, Cristo lo recibe como hecho a sí mismo, y un día oiremos de sus labios estas palabras: “Venid benditos de mi Padre, a poseer el reino que os tengo preparado”.

 

ORACIÓN:

El ministro: Jesús, principio y perfección del hombre nuevo, convierte nuestros corazones a ti, para que podamos ayudarte a llevar la cruz renunciando a lo que no es tu voluntad y haciendo lo que te agrada, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

– Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Perdóna a tu pueblo, Señor, perdóna a tu pueblo, perdónale Señor.

Por las tres horas de agonía, En que por madre diste a María, Perdónale Señor

 

SEXTA ESTACIÓN

LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS

 

El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

De la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses (3, 5-10)

Hay una tradición antigua que nos presenta a Verónica atravesando por entre la muchedumbre. Ella se acerca y limpia la cara de Jesús, aquella cara cubierta de sudor, de sangre y de salivazos.

 

COMENTARIO:

Una tradición venerable nos recuerda, que cierta mujer llamada Verónica, sale al encuentro de Jesús y le limpia el sudor y la sangre. En recompensa, Jesús deja grabado su rostro en aquel lienzo. El amor es más fuerte que el dolor y la muerte; hace que esta mujer muestre su agradecimiento. Es fácil aclamar a Cristo en su entrada triunfal, cuando todos lo hacen; pero reconocerlo ahora, camino del calvario, cuando es insultado, eso es fidelidad y heroísmo. Así lo hace esta mujer abriéndose paso entre los soldados, al tiempo que recibía una lluvia de maldiciones. El rostro de Jesús está lleno de bondad y resignación en su hora dolorosa; su mirada lanza dardos de amor, sacude el alma y llega al corazón.

 

ORACIÓN:

El ministro: Señor Jesús, estampa también en nuestras almas, tu divino rostro y danos el valor de poder estamparlo en el mundo que tiene una imagen tan desfigurada de ti, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

– Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Perdóna a tu pueblo, Señor, perdóna a tu pueblo, perdónale Señor.

Por la abertura de tu costado, No estés eternamente enojado, Perdónale Señor

 

SÉPTIMA ESTACIÓN

JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

 

El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Del evangelio según san Juan (12,24)

Y Jesús les dijo: “En verdad les digo si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda solo, pero si muere da mucho fruto”.

 

COMENTARIO:

¡Hijo de David: otra vez derribado en tierra! Maltratado y afligido; como manso cordero llevado al matadero. No había en ti maldad ni mentira en tu boca; pero nadie defendió tu causa. Veamos hermanos, cuánta sangre cuesta el triunfo, veamos su cabello sobre el candor de su frente coronada de espinas. Caes por segunda vez Señor; tú que con tu potente voz derribaste a todos cuantos fueron a prenderte. Tú que sustentas a las estrellas del cielo y a los pajarillos para que no caigan sin tu permiso: ¡Ante ti los ángeles se postran rostro en tierra! ¡Y tú caído en el suelo! Mírenlo bien hermanos, no podía caer más abajo; está a nuestros pies, tendido en la mitad de la calle. La divinidad se esconde cada vez más, y Jesús siente sobre sí el peso de todos los pecados del mundo. Qué difícil se hace el camino de la cruz. Pero Jesús se levanta y continúa. No desmayemos en nuestra vida; hay que levantarnos cada vez que caemos; porque si duro y malo es caer, resulta peor el no intentar levantarse. La imitación de Cristo es obra de gran paciencia. Sigue a Jesús, que abrazado a su cruz, avanza animoso hasta el calvario. De su muerte brotará nuestra vida.

 

ORACIÓN:

El ministro: Oh buen Jesús, tú caíste nuevamente porque nosotros recaemos en el pecado. Ten piedad de nosotros y perdona nuestras culpas. Tú que siendo Dios vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

– Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Perdóna a tu pueblo, Señor, perdóna a tu pueblo, perdónale Señor.

No estés eternamente enojado, No estés eternamente enojado, Perdónale Señor.

 

OCTAVA ESTACIÓN

JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES

 

El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Del evangelio según san Lucas (23,27-28.31)

Lo seguía muchísima gente, especialmente mujeres que se golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí. Lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque si así tratan al árbol verde ¿qué harán con el seco?”

 

COMENTARIO:

Si la justicia divina descarga sobre una persona inocente, ¿qué sucederá cuando llegue el turno a los culpables? Si el árbol bueno y fructífero es así tratado, ¿qué se hará con los árboles malos y secos? Cristo alude a la ruina de Jerusalén, castigo divino enviado a la ciudad por el crimen que está por cometer. Cristo se refiere también a la desolación del alma pecadora que no quiere arrepentirse, y que camina por eso a la condenación eterna. Aquellas lágrimas arrancaron de los labios divinos de Jesús, palabras de consuelo y de terror hacia aquellas mujeres. Hay que obrar por amor a Dios y por su gloria. Pero cuando este amor se apaga, es necesario acudir al temor del castigo. Por muchas tribulaciones hemos de pasar para entrar en el Reino de los cielos. Si ahora somos compañeros de Jesús en su Pasión, también lo seremos en su gloria.

 

ORACIÓN:

El ministro: Redentor nuestro, danos palabras de vida eterna y concédenos un sincero arrepentimiento de nuestros pecados para que no seamos arrojados al fuego como leños secos, te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

– Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Perdóna a tu pueblo, Señor, perdóna a tu pueblo, perdónale Señor.

Por tus profundas llagas crueles, Por tus salivas y por tus hieles, Perdónale Señor

 

NOVENA ESTACIÓN

JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

 

El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Del libro del profeta Ezequiel (36, 25-27)

El cortejo se aproxima a la cima del Calvario. La debilidad de Jesús se acentúa y cae por tercera vez. Entre la turba había muchas personas que anteriormente eran seguidores de Jesús, pero ahora esas mismas personas se burlan de él.

 

COMENTARIO:

¡Por tercera vez cae a tierra el mismo que la sustenta, que la nutre y la gobierna! Jesús sube penosamente, como una sombra que se tambalea, la ladera del calvario, y se derriba dando con su frente en la tierra. Este es el que un día vendrá sobre las nubes del cielo, con gran poder y majestad. Pero ahora, ha aceptado el cáliz del dolor: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. El torrente de pecados humanos se abalanzó sobre el Hijo de Dios vestido de pecador, y lo derribó ferozmente por el ingrato suelo. Nunca digamos que no podemos más, que ya hemos hecho bastante. Siempre podremos más. Después de una tercera caída, todavía es posible levantarse y seguir hasta el monte del sacrificio. Considera hermano, hasta dónde llega la malicia de la recaída en el pecado que así dibujó esta horrenda escena. Que el desaliento nunca se adueñe de nosotros. Si caemos muchas veces, otras tantas levantémonos, con más ánimo y resolución. Hagamos de nuestras caídas, vivas lágrimas de arrepentimiento y dolor, con un firme propósito de no volver a pecar.

 

ORACIÓN:

El ministro: Oh Jesús,  Te vemos inclinado hasta la tierra, tendido en el camino agobiado de dolores y pisoteado por los hombres. Haz que nuestro propósito de no ofenderte más, sea firme, y  que nos mantengamos constantes en tu divino servicio, Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

– Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Perdóna a tu pueblo, Señor, perdóna a tu pueblo, perdónale Señor.

Por tus heridas de pies y manos, Por los azotes tan inhumanos, Perdónale Señor

 

DÉCIMA ESTACIÓN

JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

 

El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Del evangelio según san Juan (19,23-24)

Cuando los soldados pusieron en la cruz a Jesús, se repartieron su ropa en cuatro partes iguales, una para cada soldado. En cuanto a la túnica de Jesús, que era sin costura, de una sola pieza, decidieron: “No la rompamos, más bien echémosla a la suerte, a ver de quién será”. Para que se cumpliera la escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi tunica. Así fue como actuaron los soldados.

COMENTARIO:

Hemos llegado al monte del Calvario, al lugar de la crucifixión. El reo es despojado de sus vestiduras de una manera brutal, cruel e inhumana. Con los vestidos arrancan también pedazos de carne. Fue desollado vivo por nuestros pecados; y el profeta añade: “Se han repartido mis vestiduras y echan suerte sobre mi túnica”. Jesús continúa desnudo públicamente a través de los siglos en todos sus miembros: los perseguidos, los pobres, los que no tienen hogar, los que no tienen ropa para cubrirse. Pueblo mío: ¿qué más pude hacer por ti que no lo haya hecho? Hermanos, aprendamos a ser generosos y a desprendernos aún de aquello que más amamos. Quien todo lo dio, merece que todo se lo demos… La moda y los vestidos indecentes son una ofensa a Dios. Todo se ha de ver a través de Cristo Jesús Las grandezas, los honores, comodidades, todo es basura si nos ayudan a amar más a Dios.

 

ORACIÓN:

El ministro: Salvador del mundo, Haz que la moda y el vestido de los cristianos sean decentes, y que castiguemos nuestros cuerpos con el rigor de la penitencia para no caer en el pecado de la impureza, de la sensualidad y el desenfreno, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

– Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Perdóna a tu pueblo, Señor, perdóna a tu pueblo, perdónale Señor.

Por los tres clavos que te clavaron, Por las espinas que te punzaron, Perdónale Señor

 

DÉCIMO PRIMERA ESTACIÓN

JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

 

El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Del evangelio según san Marcos (15, 20. 25)

Entonces los soldados sacaron fuera a Jesús para crucificarlo. Eran como las doce del medio día cuando lo crucificaron.

 

COMENTARIO:

Clavado en la cruz es levantado en alto. El cuerpo de Cristo se estremece en una sacudida espantosa. El cielo gira delante de sus ojos como un torbellino. Clavaron sus pies y sus manos divinas, y la sangre salió a borbotones. Los clavos rompen cada vez más la carne, las venas y los tendones de Jesús. El suelo se mancha, y se mancha la cruz y el que golpea. Una copiosa lluvia de sangre divina desciende mansamente sobre la tierra ingrata. Sus llagas de pies y manos le quedarán por siempre marcadas, para dar testimonio eterno de un amor infinito al hombre pecador. Son señales gloriosas que perdurarán en señal de triunfo sobre el poderío del mal. Que nosotros podamos repetir con San Pablo: “Yo llevo en mi cuerpo las señales de Cristo”. Los que son de Cristo tienen su cuerpo crucificado con Él”. (Gal 6,14).

 

ORACIÓN:

 

El ministro: Jesús buen pastor que has derramado tu sangre generosamente por nosotros. Has que nuestras manos y nuestros pies estén también crucificados para que evitemos lo malo y no nos apartemos del camino trazado por tus mandamientos, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amen.

 

– Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Perdóna a tu pueblo, Señor, perdóna a tu pueblo, perdónale Señor.

Por las tres horas de agonía, En que por madre diste a María, Perdónale Señor 

 

DÉCIMO SEGUNDA ESTACIÓN

JESÚS MUERE EN LA CRUZ

 

El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Del evangelio según san Lucas (23,44-46)

Como al mediodía se ocultó el sol y todo el país quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. En ese momento la cortina del templo se rasgó por la mitad y Jesús gritó muy fuerte: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y al decir estas palabras, expiró.

COMENTARIO:

Tres horas de larga agonía permaneció Jesús en la cruz. Los que pasaban por delante se burlaban de él diciendo: “¡Baja de la cruz! A otros ha salvado; que se salve a sí mismo si es Hijo de Dios, Pero Jesús calla, con un silencio eterno, y sólo habla para dejarnos su admirable testamento rubricado con su misma sangre, que como mansa lluvia cae sobre la tierra. Jesús ha muerto. Ya ha terminado la obra que el Padre le había encomendado. Toda la sangre está derramada; y desde el calvario correrá como torrente de primavera, hasta el final de los siglos, para lavar los pecados de los hombres. Gracias Jesús, por lo que has sufrido por nosotros. Así nos abriste las puertas del cielo cerradas por Adán.

 

ORACIÓN:

El ministro: Gracias Jesús por habernos amado tanto. Nos diste a María como Madre y moriste por nosotros en la cruz. Haz que nosotros empleemos el resto de nuestra vida en amarte y servirte como tu mereces, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

– Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Perdóna a tu pueblo, Señor, perdóna a tu pueblo, perdónale Señor.

Por la abertura de tu costado, No estés eternamente enojado, Perdónale Señor

  

ESTACIÓN

JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ

 

El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Del evangelio según san Marcos (15,43.46a)

 

Alguien tuvo la valentía de ir donde Pilatos y pedirle el cuerpo de Jesús. Era José, del pueblo de Arimatea. José bajó el cuerpo de la cruz y lo envolvió en una sábana que había comprado.

 

COMENTARIO:

De nuevo Jesús en brazos de María; como en Belén y en Nazaret ¡Pero qué diferencia! Allá como un niño hermoso. Aquí un cuerpo ensangrentado. Y es que pasó por nuestras manos pecadoras; con nuestros pecados lo hemos dejado en tal estado. Desde la planta del pie hasta la coronilla de su cabeza, no hay en él parte sana, sino heridas y llagas. Tú ya lo sabías María; lo profetizó el anciano Simeón diciendo: “Una espada de dolor atravesará tu corazón” (Lc 2,35). ¿Con quién te compararé María? Grande como el mar es tu dolor; no hay pena como la tuya. Madre, todos esperamos y confiamos en ti, después que hemos dado muerte a tu Hijo. Perdónanos, y pide perdón por nosotros al Señor. Somos tus hijos y siempre queremos serlo.

 

ORACIÓN:

 

El ministro: ¡Oh Madre, llena de dolor! nuestros pecados han sido los azotes, las espinas y los clavos que han dejado en tal estado a tu Hijo. Perdónanos, y pide a tu Hijo que nos perdone y  que nos conceda la gracia para no volver a pecar, Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

 

– Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Perdóna a tu pueblo, Señor, perdóna a tu pueblo, perdónale Señor.

No estés eternamente enojado, No estés eternamente enojado, Perdónale Señor.

 

DÉCIMO CUARTA ESTACIÓN

JESÚS ES PUESTO EN EL SEPULCRO

 

El ministro: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Del evangelio según san Juan (19,41-42)

Cerca del lugar donde lo crucificaron, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado. Aprovecharon entonces este sepulcro cercano para poner ahí el cuerpo de Jesús.

COMENTARIO:

Un profundo silencio, cargado de sollozos y lágrimas, llena los últimos minutos de aquella tarde; mientras María, Juan, las piadosas mujeres, con José y Nicodemo, lavan las heridas de Jesús. Lo envuelven en una sábana limpia y lo llevan al sepulcro. Con una piedra grande cierran la entrada del sepulcro; pero el corazón de María queda ahí dentro, junto a su Hijo. Regresa a la ciudad sola a llorar su amargura. Cristo es sepultado como una semilla que ha de fructificar. Hermanos, hay que sufrir si queremos gozar; perdamos si queremos ganar; bajemos si queremos subir; muramos         si queremos vivir. Enamorémonos de la cruz que es la más alta sabiduría. La cruz es la derrota que no puede ser vencida, porque en su frente brilla la esperanza de la resurrección. Todos los que son pobres, abandonados o despreciados, alégrense y salten de júbilo, porque aquel que todo lo podía tener, escogió no tener nada: nació en una cueva de animales; murió despojado en la cruz, y fue sepultado en un sepulcro prestado.

 

ORACIÓN:

El ministro: Gracias Jesús por todo lo que sufriste por nosotros. Que tu afligida Madre interceda por nosotros, y asócianos un día al triunfo y a la gloria de tu resurrección. Tú que siendo Dios vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

– Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

 

RITO DE CONCLUSIÓN

El Sacerdote o Diácono: El Señor esté con ustedes.

Todos: Y con tu espíritu.

El Sacerdote o Diácono: La bendición De Dios todopoderoso, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, desciende sobre ustedes.

Todos: Amen.

El Sacerdote o Diácono: Pueden ir en paz.

Todos: Demos gracias a Dios.

————

El ministro laico: El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

Todos: Amén.